El color brillante o “encender los colores” indica que alguien, de alguna forma, ha sabido generar una luz deslumbrante que tanto furor causará en toda Europa. Pero, ¿cómo se difundirá este nuevo saber?
El hombre vivía ávido por descubrir nuevos mundos. El comercio, la amplia circulación de la cultura y la gran movilidad de los artistas dentro de los circuitos internacionales, jugaron un papel fundamental.
La observación del natural era una de las grandes inquietudes. Y los pintores, más que otros, observaban el volumen, el espacio, el relieve, todas aquellas cosas que sus predecesores habían pasado por alto. Si Van Eyck deja constancia de esta gran pericia, no habrá ningún otro artista italiano que asimile de forma tan avanzada el legado de Van Eyck y discípulos. Antonello da Messina será un artista precoz en el dominio de la técnica flamenca de la pintura al óleo, como de su estilo. Sagaz a la hora de entender el espacio en el cuadro, y más aún, cómo humaniza a las figuras.
Esta será su gran dote, hipnotizarnos con las expresiones de sus rostros, sea un Cristo o un retrato de un hombre a punto de hablar.
Nadie como él para captar la vida interior, “los movimientos de la mente”, un primer paso hacia la famosa expresión de la Mona Lisa.
La familia Bellini será la que abre un nuevo camino para que se diera la transformación que experimentó la escuela veneciana,
Las cualidades que definen la pintura veneciana, el manejo del color y de la luz, y que alcanzarán en el siglo XVI su máximo esplendor, se debe en gran parte a Giovanni Bellini. Su obra refleja la armonía perfecta ente la línea de las figuras, de la naturaleza, el equilibrio del color, el paisaje abre el espacio de forma suave y envolvente. Todo un deleite para la mirada de aquel que llegaba a la suntuosa ciudad de Venecia.