El periodo azul

Pablo Picasso, Retrato de Gustave Coquiot, 1901
46x37cm Óleo sobre cartón Fundación Colección EG Bührle

Uno de los primeros en advertir la influencia de El Greco en la gestación del periodo azul de Picasso fue el crítico Gustave Coquiot. 

Según la comisaria de la exposición Carmen Giménez  y autora del texto del catálogo Coquiot fue pionero indicando la influencia del cretense sobre Picasso.

Después de un viaje a España, vuelve cargado de retratos salvajes y, a decir verdad, muy curiosos. Esto de nuevo no dura; él siempre persigue algo original; y como de repente se ha quedado prendado del Greco, y ha puesto fotografías de los in- creíbles cuadros de este maestro por todas las paredes de su habitación, inventa el periodo azul. Gustave Coquiot, Cubistes, futuristes, passéistes: essai sur la jeune peinture et la jeune sculpture, París, Libraire Ollendorff, 1914 

 A lo largo de la historia, el color azul ha cumplido una misión simbólica. Color propio del cielo, color del manto de la Virgen, color que representa la pureza, lo celestial y de gran estima para los Maestros Antiguos por ser uno de los pigmentos más costosos y valiosos de la historia (me refiero al lapislázuli, el azul ultramar que procedía de África y Oriente) un color que, si carece de brillo y luminosidad propia, nos dirige hacia el sentimiento melancólico del espíritu.

La obra del Greco se viste de unos azules grisáceos que consigue gracias al dominio de su técnica en la que era un artísta totalmente único. Si su periodo veneciano le insta a pintar alla prima, es decir, directamente sobre el lienzo, sin crear un dibujo previo, sus imprimaciones, como la de muchos de sus contemporáneos, eran coloreadas. 

La imprimación es una capa previa a la de la pintura. En su caso es de tonos pardos rojizos que no teme dejar al descubierto en muchas zonas del lienzo como puedes ver en este detalle de la imagen.

Detalle de “La Anunciación”, El Greco, h. 1596-1600. Óleo sobre lienzo (114 x 67 cm) Museo Thyssen Bornemisza, Madrid,

Este color es el que le ayuda a crear una tonalidad a su obra, además de una sensación más “tenebrosa”. Sobre este tono, aplicará los sucesivos colores que conforman la capa de pintura.

 
Teniendo muy clara la composición de su obra y el dibujo sinuoso que van a comportar sus figuras, las esboza con el pincel cargado de color, moviéndolo con una gestualidad única y expresiva. Su pincelada es larga y segura. Trabaja desde el fondo hacia la figura. Uno de los efectos más sorprendentes es el que logra entre la anatomía y los ropajes de las figuras, parecen ser insufladas por la sorprendente presencia del Espíritu Santo.

 
La pincelada maleable de El Greco genera espacios inesperados, aunque separe el destello de lo divino de la tenebrosidad de lo terrenal, es la expresividad de su pincelada la que confluye la emotividad de la escena.


Esta manera de interpelar es la que Picasso empleó en su obra del periodo azul, más abrupta y moderna, y, sin embargo, inspirada en la modernidad de El Greco.

El amargo sabor de la muerte de su amigo Carles Casagemas provoca en él una etapa de tristeza profunda. Una época en la que sus temas se impregnan de miseria y sufrimiento que dan testimonio de profundo dolor. Elige también un formato alargado en el que divide los dos mundos. , el del entierro y su “resurrección” al estilo del cretense.

En “La comida frugal” sus figuras alargadas evidencian la carestía y el hambre de una pareja que desiste en sus esfuerzos al caer en una profunda agonía.  O en la obra de Las dos hermanas que muestran la pesadumbre de sus vidas mientras que la Visitación del Greco celebra el glorioso encuentro. 

 
Pablo Picasso. Evocación. El entierro de Casagemas. Óleo sobre lienzo, 150,5 x 90,5 cm 1901 París, Musee d'Art Moderne de la Ville de Paris.
Las dos hermanas, 1902 Óleo sobre lienzo pegado a tabla, 152 × 100 cm San Petersburgo, Museo Estatal del Hermitag
El Greco La Visitación, 1608-14 Óleo sobre lienzo, 96,5 × 71,4 cm Washington, D. C., Dumbarton Oaks Research Library and Collection,

Al igual que sus espectadores, tanto Picasso como El Greco nunca nos dejan indiferentes ante el esplendor de su pintura. Y si queremos de veras apreciar la razón por la que los grandes artistas causan esa impresión de que todo lo que pintan es como por arte de magia, nadie mejor que Degas lo explica.

Ningún arte es tan poco espontáneo como el mío.Lo que hago es el resultado de la reflexión y del estudio de los grandes maestros. Hay que repetir diez, cien veces, el mismo tema. Nada en el arte debe parecer casual, ni siquiera el movimiento.

Fragmento Edgard Degas, Bailarina basculando (Bailarina verde) 1877 - 1879. Pastel y gouache sobre papel. 64 x 36 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

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